"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

sábado, 15 de agosto de 2015

La chica del columpio

"Ocurre todas las tardes. Ella sale y ocupa el asiento del viejo columpio del jardín. Se sienta y baja la cabeza, haciendo que su largo pelo negro tape la mitad de su cara. Creo que cierra los ojos. Y puede que hasta se le escape alguna lágrima de vez en cuando.
Nunca se mueve. No balancea el columpio. No levanta la cara. Casi ni se la ve respirar. Y ahí pasa las horas; sentada, sola, triste. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes.
Y da igual que llueva; se moja y se puede ver como las gotas resbalan por toda ella mientras que parece que para ella no existe esa lluvia. Por mucho calor que haga, el sol solo hace que su pelo negro  brille con fuerza. Y el viento solo le revuelve el pelo. Ella no mueve un músculo. Ella sigue allí; sentada, sola, triste."
Me callo y miro al suelo hasta que una voz me hace volver a la realidad. "¿Tú la sueles ver?". Suspiro. "Cada vez que cierro los ojos". Hay un silencio. Un fuerte silencio... Hasta que la voz lo rompe. "¿Y por qué crees que eso pasa? ¿Por qué crees que ella está en el columpio?". Espero un minuto, levanto la mirada y empiezo a hablar, casi de manera automática.
"Quizás porque ella se fue de repente. Quizás porque ha entendido todo lo que dejó atrás el día que decidió marcharse. Quizás porque no encuentra una persona que la quiera tanto como el chico que tuvo antes... Quizás porque ha olvidado cómo ser feliz".
Una lágrima me recorre la cara. Puedo sentirla. Y quema. Quema por el recorrido que hace en mi cara. La voz vuelve a hablar. "¿No puede ser que en realidad esa chica no es la que está sentada, sola, triste? ¿Puede ser que sea otra persona? ¿Puede ser que...?"
"¿Que esa persona sea yo?", interrumpo, "¿Que la persona a la que ha abandonado esa chica sea yo?". Sonrío con un gesto roto y miro a los ojos a la persona que me habla. "¿Por qué crees que estoy hablando con un psicólogo sino?"

viernes, 7 de agosto de 2015

La tercera taza

Todavía me quedo mirando como un tonto a las tres tazas del desayuno. Lo hago mientras remuevo mi café con la cucharilla y pienso en el día que tengo que empezar. Y entonces recuerdo todo lo que hemos vivido y lo que significan para mí estás tres simples tazas.

Fue el día de nuestra boda cuando recibimos una caja que dentro tenía tres tazas. En una, ponía la inicial de mi nombre, en otra, la inicial del nombre de mi esposa y en la última, en la que estaba en medio, ponía el símbolo "&" como queriendo simbolizar nuestra unión. No sé por qué, pero me encantaron esas tazas y las coloqué en un estante de la cocina donde se podían ver perfectamente. Cada mañana yo usaba mi taza para tomar mi café solo y ella usaba la suya para tomar su café con leche. Y allí se quedaba la tercera taza, sola, sin usar, observando como desayunábamos día tras día.

Fue pasando el tiempo y unos pocos años después una pequeña personita empezó a gatear entre los pasillos del piso. Recuerdo lo felices que éramos con las tardes de parque en familia y viendo los dibujillos animados que a la pequeña le encantaban. Pero un día eso cambió. Pero un día todo cambió.

A mi mujer la despidieron de su trabajo. Nos vimos muy apurados hasta que ella encontró otro trabajo. Y aunque pensamos que volveríamos a ser tan felices como antes, nos dimos cuenta que estar faltos de dinero no era lo peor que podría pasarnos. Y es que nos pasó algo peor... Y es que pensábamos que de lo que andamos faltos era de amor.

Mi mujer trabajaba hasta tarde en un trabajo que no le gustaba. Echaba de menos su anterior empleo y llegaba a casa cansada y generalmente de mal humor. Empezaron las tensiones. Discutíamos cada dos por tres. Nos gritábamos, nos decíamos palabras que nos hacían mas daño que cualquier bala, nos atacábamos con silencios eternos. Dividimos la cama en dos, pusimos una frontera entre nosotros. Deje de llevarle la taza de café a la cama. Empecé a temer lo peor y cada vez los días eran más largos. Llegue a creer que estaba casado con una completa desconocida.
Me di cuenta de que me olvidé de lo más importante. Una mañana más, una mañana gris como todas las mañanas desde hacía años, estaba preparándome mi café y noté que algo tiraba de la manga de mi pijama... "Papá." dijo una voz bajita y llena de sueño "Siempre me ha gustado esa taza, y ya que soy mayor, ¿puedo tocar mi cola-cao ahí?" dijo señalando la taza con el símbolo de & "Mamá siempre desayuna en la taza con la letra A y tú siempre con la que tiene la letra E, ¿puedo empezar a usar yo la taza de la letra rara?". Algo se encendió en mi cabeza y tras prepararle el desayuno a mi hija fui a mi cuarto, a nuestro cuarto, con una taza de café con leche y una conversación pendiente.

Y aquí estamos un tiempo después. No puedo decir que seamos felices como antes, pero he de decir que lo estamos intentando. Desde esa mañana ambos nos dimos cuenta que, al igual que a las dos tazas con nuestras iniciales les unía la taza con el símbolo de &, nosotros ahora teníamos algo que nos unía y por lo que merecía la pena luchar e intentar seguir adelante. 
Empezamos a esforzarnos y a darnos cuenta de que en este tema que es el amor importa mucho sacrificarnos por el otro.
Y así es como la tercera taza consiguió salvarnos. Puede pareceros una auténtica tontería, pero cada mañana veo la taza con la & y sonrío al pensar que no estamos tan lejos de ser felices.